Por la mañana y sin mucho tiempo que perder, volvimos a montar en Patricio (el auto) y salimos rumbo al norte. Después de la caminata entre cetáceos e infantes, necesitábamos un día de relax y descanso. Era hora de ir a la playa, vamos a Laguna Beach.
Aprovechando que aquí nadie me conoce e inspirado por la visita a Sea World, era hora de remojar los jamones al sol y dejar que el tatuaje respire un poco de aire salado del pacifico californiano...
Pasamos casi todo el día en silencio. Juntos pero ignorándonos. Vacaciones en su máxima expresión. Michelle muy al Ipod en plena sesión de Paolo Conte. Gui caminando por la arena tratando de levantarse a alguien. Yo, en posición cachalote leyendo lo ultimo de Augusten Burroughs.
Después de comer tocas de pescado y galletas de coco, era momento de partir rumbo a casa. Unas 7 horas de camino nos separaban de la realidad. Cosa que al parecer Patricio (el auto) no coordino muy bien.
Fue aquí donde paso la desgracia.
Saliendo de Laguna Beach, pasamos Los Angeles. Siguiendo por la carretera, hay que cruzar unas montañas (rezago de los Andes) por poco mas de una hora antes de retomar al llano nuevamente. Fueron 5 minutos después de cruzar las montañas cuando Patricio empezo a hacer ruidos extraños. Poco a poco empezó a perder velocidad y no quería acelerar. Gui se encontraba al volante, mi reacción inicial fue la de preguntar “Que coño le haces al auto ?” Pero me di cuenta a los pocos segundos, que el estaba igual de preocupado que yo.
El carro se detuvo por completo para no volver a encender.
8pm y el trio viajero andaba varado en plena carretera sin saber que hacer. 20 minutos después, la policía llego.
Ellos nos pidieron que empujáramos el auto lo mas lejano posible de la carretera ya que la mayoría de las muertes suceden bajo estas circunstancia. Luego nos pidió que nos mantuviéramos fuera del auto mientras llegaba la grua. Si la noche llagaba y la grúa no aparecía, entonces teníamos que ingresar al vehiculo, colocarnos los cinturones de seguridad y esperar.
Asi fue, pasamos las siguientes 3 horas esperando que llegara una grua, la cual recogió a Patricio y nos llevo hasta la ciudad mas cercana. Bekersfield, el pueblo de la nada.
3 horas sin hacer nada? No señor... es hora de la foto posera.
Casi a la medianoche no había mucho que podiamos hacer. Patricio habia muerto, todos teníamos que trabajar al día siguiente y estabamos en medio de la nada. Para toda la gente que vive en Los Angeles y San Francisco, esta ciudad ubicada en el punto medio es motivo de chistes y malas bromas. Bekersfield es una ciudad bastante grande, pero llena de agricultores y camioneros. No muy famosa por su hospitalidad ni cultura local.
Dentro del camion-grua que llevaba a Patricio en la parte trasera.
- Y ahora que mierda hacemos?
- Tranquilo que por lo menos estamos bien y no paso mientras cruzábamos las montañas
- Pero es mi auto… que mierda paso?
- Averiguaremos luego. Ahora lo mas importante es buscar un lugar donde dormir y planear el dia de mañana
La grua nos llevo al dealer de Chrysler, fabricantes de mi auto. Dejamos a Patricio estacionado y empezamos a caminar buscando un lugar donde dormir. La idea original era regresar por la mañana, ver que diagnostico le daban al auto, repararlo y seguir el rumbo a San Francisco.
Finalmente encontramos un motel. Este estaba ubicado junto a un local de hamburguesas, que paradójicamente solo atendía a través de su ventanilla para autos. Los tres en posición picapiedra, nos metimos al drive-through, ordenamos en la consola y al llegar a ventanilla… nos negaron el servicio por no estar dentro de un automóvil. Como si fuera poco, el motel no tenia un mini bar. Es decir, esa noche nos quedamos con hambre y sin chelas.
L.
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